Demasiadas veces en tan poco tiempo; tal vez se me antoje aún peor por la falta de costumbre, o por todo el tiempo que por suerte no he tenido que estar en ella. En esta amplia estancia, donde hay un continuado trasiego de gentes, de rostros, siempre tristes, doloridos, he pasado más horas de las que me hubiese gustado en este 2011, que salvo los primeros días de gozo, amistad y relax en Córdoba de mis amores, no me deja vivir, no ya un rato, siquiera un minuto de felicidad, de tranquilidad, de bienestar.
En estas madrugadas solitarias, porque en ellas me he tenido que enfrentar a mis miedos y temores, solo y desarmado, me he dado cuenta que la vida en sí es una sala de espera más continuada y más grande, en la que esperas que por el altavoz te llamen, mientras los minutos de silencio se te hacen eternos y punzantes, para pasar al box que te toca, a que te curen o a que te des de bruces con el peor diagnóstico, siempre esperando y deseando que el tiempo corra, cosa harto difícil en este lugar y también en nuestra experiencia personal, porque no somos dueños de ello, el tiempo siempre nos vence y marca su pauta y su fuerza.
Y el que espera desespera, máxime cuando nos empeñamos en pedir peras al olmo, porque esta andadura mía no es la perita en dulce que hubiese querido. Y así se pasó un fin de semana más, teñido de grises, de intranquilidades, de malestares; casi prefiero el trasiego semanal, el trabajo, el día a día. Tal vez porque ya no espero ni el descanso ni el ocio de estos sábados y domingos, en los que los hados se empeñan
en arrebatarme muchas cosas buenas. eso sí, intento ver el vaso medio lleno y matar la tentación de verlo medio vacío, porque sino lo pondría boca abajo, y ya no quedaría agua ninguna. Aunque siempre me quedan los amigos, gracias por esta velada de domingo de sofá, peli y manta, mis chicas guapas y esa esperanza, que como dice una frase que me mandó ayer una gran persona: "la esperanza hace que agite el naúfrago sus brazos en medio de las aguas, aún cuando no vea tierra por ningún lado", ya sólo me queda en forma de estampa en mi cartera, una Esperanza siempre verde y sevillana y apellidada macarena, a la que pido que me evite más momentos de angustia y soledad en cualquier sala de espera. Y salud para todos...
Pues eso amigo,sobre todo salud. Y buenos amigos con los que compartir las risas y las lágrimas un sábado de cañas o un domingo de sofá y manta. Un beso. Y buena semana!!!
ResponderEliminarjoooo que envidia me dais con las esperas comunales. y yo en las salas de esperas de esos aeropuertos del mundo mas solo que la uan, con bien de retrasos y delays, y rodeado de cayos malayos.
ResponderEliminarbueno, que he vuelto, ves que bien, que suerte tengo, y tienes tu también.... y allí ni sacan de picar una miaja de jamón ni na. Están por educar. Y que calor maemia. No he traido vírgenes ni rosarios de allí.
Ya veo que amigos y amigas no te faltan y me alegro que te arropen los que tienes más próximos. Tus Virgenes no te abandonarán, y en estos momentos en que te sientes desamparado sabes que la Geperudeta no abandona nunca a ningún devoto. Ayer estuve visitándola y, como siempre, guapísima.
ResponderEliminarAlgun dia en esa sala de espera, que es tu vida, escucharas por el altavoz una voz dulce femenina,
ResponderEliminarpero no dulce como esos dulces que se hacen para mitigar el crudo Enero, que empieza con un roscon el dia de Reyes, para seguir con las caridades de San Anton o San Sebastian, para seguir con las paces,y acaba de nuevo en forma de rosco en la Plaza del Pilar en la festividad de San Valero.
Como te decia... en esa sala de espera, algun día, escucharas por el altavoz una dulce voz femenina, que te llamará por tu nombre, que te llamará "hijo mio" y ese día podras mirar cara a cara, por fin, a nuestra Macarena.
La Esperanza, que como bien sabes se representa con el ancla, ese ancla que nos hace seguir a flote, aun en tempestades y mar bravía.