miércoles, 5 de enero de 2011
SOLO EN EL ANDEN
Las despedidas tienen sabor a vino triste, a amarga repostería de buenos recuerdos, del tiempo que nunca regresa, al instante vivido y saboreado.
Y el nuevo viaje que comienza, siempre con nervios para no perder el retorno que siempre nunca quise, porque he de regresar, y al mismo tiempo mi corazón se me resiste, llevando sólo por equipaje la maleta nueva del día que empieza.
Se mueve el vagón de la mañana, se para y echa a andar y el paisaje que se pierde me llena de añoranzas, grabándose de nuevo en mi retina, como un desesperado intento de no irme, de no abandonar.
Transbordo de trenes y raíles, salto del gozo a la apatía, cruzando a veces peligrosamente vías, y esperando demasiado en inapropiadas estaciones, porque no sincronizar velocidades hace perder el tren siempre, no emprender el viaje hacia las nubes.
Y de nuevo nadie me esperó; como me fuí, me vine. Gris y solitario andén, pasillo de viajeros, ruido de ruedas, bullicio, gritos. Y encamino mis pasos al hogar, envidiando a quienes son esperados con un beso, con un abrazo. Andando, la maleta aguarda su nuevo exilio en el altillo, su quieta soledad, su callado ostracismo, como a veces también tienen las almas y las palabras.
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Me encantan las estaciones y observar las caras llenas de historias contenidas. Nosotros también lo somos, una historia más en ese marasmo de gente que habita entre raíles. Algún día alguien romperá esa soledad ofreciéndose a llevarnos un tiempo la maleta que portamos. Saludos Templetillo (Morcego)
ResponderEliminar¡que alegría morceguito mío verte por aquí! yo ya dudo que alguien espere a templetillo en ningún andén, pero bueno, siempre habrá los amigos como tú, construidos a base de años, de lágrimas, risas y verdad. Sigue acordándote de esta bitácora y de mí, hermano
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