No podía imaginarme que esta mañana empezaría con la peor de las noticias; ni siquiera por un momento, cuando sonaban los teléfonos uno detrás de otro. Y es que irse sin avisar, y tan pronto, nunca es asimilable, nunca puede entenderse. Y más en primavera en Córdoba, que es una época que sólo te invita al disfrute, a los olores, a los colores, a la vida en sí. Treinta años es muy poco bagaje, es muy corta la carrera, es muy grande el vacío que deja. Y este post de hoy, que nunca hubiese querido escribir, aún con la sorpresa, aún con el impacto, me hace pensar una vez más en lo efímero, en el tiempo que perdemos en peleas y soledades, en lo esquivo y rápido del tiempo y del momento.Y hoy aún no ha salido el sol, y parece que volviese el frío y del despego.
a Andrés, in memoriam
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