jueves, 5 de julio de 2012

ARCOS, EN LA FRONTERA

Pueblo blanco, en el cortado que se asoma al río Guadalete, Arcos de la Frontera es uno de esos lugares privilegiados, de esos pueblos con encanto, de esos enclaves de los que sus habitantes pueden sentirse orgullosos. Arcos es uno de mis sitios soñados, desde que de niño, cayó en mis manos un libro de aquellos de turismo de la editorial Everest, y me fascinaron aquellas  fotos de aquel color kodak setentero. Hace diez años cumplí el sueño de conocerlo in situ, en un viaje ¿romántico? y mira que me gustaría volver a disfrutarlo y recorrerlo.
Arcos es blanco de cal y de color de la piedra de sus torres y almenas. Las calles empinadas que conducen a San Agustín, donde está el Nazareno arcense, Señor de la ciudad, forman un barrio serpenteante donde el tiempo parece detenerse y se agradecería que la gente vistiese a la usanza bandolera y goyesca. Nunca olvidaré aquel anochecer en una minúscula plaza embutida en cuestas urbanas, donde el sonido de la guitarra flamenca, atemperaba el calor de la noche de julio. Soberbia e impresionante silueta arcense, quemada por el sol, reflectada por la luna.
    Las torres de las dos parroquias sobresalen en el conjunto monumental. Aquí se manifiesta la rivalidad dual de este país una vez más: derecha-izquierda, Barsa-Madrid, pastoreños y asuncionistas, blancos y azules. San Pedro y Santa María intitulan los dos barrios señeros de la ciudad, de imposible reconciliación, donde hace siglos, los feligreses del primero rezaban el avemaría así: "San Pedro, Madre de dios ruega por nosotros.." con tal de no nombrar a los de la otra parroquia, los del otro barrio, que tienen en su demarcación la Virgen de las Nieves, la patrona blanca de este pueblo blanco.
   Ajo a la comendadora, jalea de naranja, cordero a las hierbas aromáticas; manjares arcenses que aún dejan un sabroso regusto en el paladar de mi recuerdo. Dicen que hubo aquí una molinera de armas tomar, que era más lista que el hambre, y menudo puso al del sombrero de tres picos.
   En la frontera, Arcos blancos de historia y magia. Tal vez vuelva a no mucho tardar, ojalá me acompañase quien lo disfrutase como yo, y conmigo.
   
     

3 comentarios:

  1. Oye pues está chulo el pueblo, habrá que ir a visitarlo.....que alli se tiene que estar fresquico, no como aqui, que estamos asaos!!!jomío
    La Polo

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  2. pos no te creas Polo, que también hace calor, pero es precioso. Ya vas de ganadora de este ejercicio 2012-13, con dos post ¡no hay quien pueda contigo! jajaja besicos

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  3. En la frontera, de lo corpóreo y lo etéreo,
    de lo eterno y lo efímero
    de lo soñado y lo vivido.
    Arcos de medio punto, arcos ojivales,
    mudéjares de una tierra de mestizajes
    en un tiempo en que no hubo fronteras,
    y si las hubo, eran ficticias.
    Las fronteras no dejan de ser lineras imaginarias
    en un espacio físico que no nos pertenece.

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