Me encantaría trabajar en la radio. Me gustan los estudios forrados de cartones de huevos, las mesas redondas con micrófonos dispuestos, y la cristalera de control, dando paso, con esa lucecita roja, que corta los anuncios pregrabados y nos avisa de que: "estamos en el aire"
La radio va unida a mi vida. Esos pequeños transistores, sin fm, con aquella antena que se plegaba y que a mis ojos de niños, le parecía más un juguete. Mañanas de los discos dedicados en Radio Juventud, con los último éxitos de Manolo Escobar, Valderrama o la Jota de El Bonillo, donde se mandaban recados los de un pueblo con otro, invitando a mataeros, felicitando santos o mensajes amorosos, en aquellos tiempos en los que los wasaps y los móviles de hoy en día, nos parecerían algo más que ciencia ficción.
Años del servicio de socorro de radio nacional, y de tardes y noches de viajes, con mi padre, escuchando carruseles deportivos, horas veinticinco y poco más.
Tardes de novelas, mientras las matriarcas cosían, hacían punto y ganchillo y paraban sus conversaciones para oír las impostadas voces de los protagonistas de aquellos seriales, dramas y dramones. Mañanas de domingo, oyendo la misa, desde la cama de al lado, con mi madre de madre, que siempre recuerdo y que siempre echo de menos.
Noches de música. Primeros conatos tecnos, en tiempos de bachilleratos y adolescencias. Y luego, tiempos de cierto abandono de emisoras y diales, ya se sabe, el vídeo mató a la estrella de la radio.
Y años después, ahora, la radio me acompaña en los largos ratos de conducción. El botón encendido abre la puerta a la voz, a la música. Aunque me harto de tertulias políticas, de uno y otro signo, que parecen describir dos países opuestos, según convenga. Emisoras musicales, dial, olé, kiss, cuarenta...que luchan con el pen de mil y unas canciones inserto en el esqueleto del aparato del vehículo.
Alguna vez he colaborado en algún programa o tertulia. Me fascinan las discotecas, ahora de cds y ordenadores, pero me sigue impresionando la visión del archivo sonoro de la cadena Ser, cuando con trece años, y gracias a un compañero de colegio, que trabajaba allí, pude visionar y conocer. Miles y miles de discos, un universo impensable y soñado para un melómano, para cualquier persona que necesite voz, voces.
La radio me gusta, me acompaña. A veces me han dicho que tengo voz de locutor, ya quisiera. Pero sueño con ese milagro de las ondas, que hace hablar a través del aire, y entrar en nuestro coche, nuestra casa, nuestra alma. Radio, radio, más radio por favor y silencio ¡estamos en antena!
Me encanta la radio. Mi abuelo era locutor de RNE en sus principios en Valencia. El encargado de retransmitir ofrendas y cabalgatas de Reyes Magos, entre muchas otras cosas. ¡Hay que ver la diferencia entre aquellos locutores y los actuales! Ni punto de comparación ni en vocabulario ni en dicción, ni en tablas ni en medios.
ResponderEliminarOigo mucho la radio, porque siempre se ha oído en mi casa. Mi madre y mi tía no saben vivir sin tenerla puesta, por la lejana costumbre de mi abuela que la ponía más que para oír a mi abuelo para cuando dejaba de oírlo (Nena, pon la mesa que ya viene tu padre!)
Entre todos, oyentes y profesionales, deberíamos de hacer que deje de ser la hermana tonta del periodismo.
Besets
Desamparados
PS: Hoy me han dicho que soy ideal para retransmitir preselecciones a la CHFMV. Lo malo es que nunca me cogerán, porque no digo lo que les gusta oír...
La importancia de la radio como medio de difusión, se concentra principalmente en la naturaleza de lo que ésta representa como medio en si, ya que, posee, una calidad intima de tu a tu, que la mayoría de los otros medios no tienen.
ResponderEliminarUno de los factores más importantes de la radio es que su costo de producción es menos elevado que el de los otros medios, estas características, a su vez, nos permiten utilizar diversos elementos creativos como voces, música y anunciadores en los comerciales.
Buen día.....
Buenos dias, Juanico....
ResponderEliminarEste posts, merece imprimirlo y enmarcarlo.
Gracias por dejarte leer!!
Igual me viene de familia, como a Anguileta, porque adoro la radio. No sé afrontar el día si no la pongo en cuantico me despierto. Desde que desayuno hasta que termino de arreglarme, la radio me acompaña, desde hace muuuchos años. Pero también desde hace bastante tiempo cuando me levanto no pongo noticias, ni debates, ni opiniones porque entonces me va cambiando la cara. Como estoy delante del espejo, mi cara va desde el cabreo, la estupefacción, la desmoralización, la pena...así que pongo música o programas de risa.
ResponderEliminarRecuerdo haber estado pegada a un aparato de radio la noche del 23F. Las noches de adolescencia oyendo programas de música nocturnos en la cama. Y por supuesto, también tengo tu mismo recuerdo de oir el "Simplemente María" mientras mi abuela Espíritu hacía ganchillo en la habitacón que daba al patio y yo leía un TBO junto a ella o las aventuras de los 5. Todas las tardes de todo el verano que pasaba con ella. Qué sencillo y tranquilo era todo...
Soy radioadicta y para traginar por casa y cocinar, la conecto. Nunca la tele para estos trabajos porque quita tiempo, solo la radio y la música. Y encima es la radio esa que tú dices con la antena plegable, que me llevo de haitación en habitación. Vicente se rie de mí porque no enciendo el "equipo" de música pero es que no es lo mismo. Atronaría la casa entera para oirla donde esté y como tampoco me gusta andar todo el día con los auriculares puestos, pues la radio va literalmente conmigo.
Más radio, por favor.
Buen día.
Pues voz de locutor no sé, pero salidas y recursos, ya te digo. En tu programa no existirían los silencios incómodos.
ResponderEliminarSegún leía tu post de hoy me he acordado de esas tardes de siesta en Chinchilla, con la abuela escuchando "Lucecitaaaaaaa" y las dedicatorias de discos para felicitar los cumpleaños que hacían personas de unos pueblos que yo no tenía ni idea de donde estaban pero la abuela me decía que estaban lejos. Con el tiempo los situé en la provincia de Albacete. Cómo ha cambiado la percepción de la distancia ¿Verdad, Juancar?.
Ahora utilizo el transistor para dormirme. Lo pongo con el volumen muy bajito debajo de la almohada y me duermo con el runrun de las voces perdidas. Por supuesto, al día siguiente no me preguntes de qué han estado hablando. Y claro, es de esperar, como no lo apago a veces me despierta con unos sustos que para qué.
Besos y buen y caluroso día. ¿Hace una cañica?
Solo pongo la radio para escuchar música...a mi las tertulias me aburren soberanamente....no lo puedo evitar....ea...
ResponderEliminarAdemás siempre que vamos en el coche pillamos radio maria...no falla..o alguna tertulia sobre la importancia de la escama en el besugo de piscifactoria...total, que al final acabo ponciendo un CD y al pijo...
La Polo
A mí me pasa igual con las tertulias: acaban matándome de aburrimiento, porque se repiten hasta la saciedad... y como las noticias no son más que malas o peores, pues eso, que no. Y es que además, como ni son imparciales, pues esto se ha convertido en el ... de la Bernarda y depende de qué radio escuches, cojeas de un pie o del otro... "Pa habernos matao"!! Por eso, la música es lo mejor, que te alegra el alma y te despierta el corazón inquieto que cada día nos levanta!! Besicos desde Sangonera la Seca. Gúmer.
ResponderEliminarYo siempre me acuesto con el pequeño transistor debajo de la almohada. Es un vicio. Probablemente, el único que me queda.
ResponderEliminarPepi