Se me abrieron rejas y cristales. Por una vez, no hubo obstáculos, siempre tan presentes e inoportunos, para llegar, para poder. La Esperanza, pequeña y maternal, me abrió sus brazos, y se me hizo grande e infinita. Áquel pequeño camarín, sagrario y patena entre la roca esculpida, se llenó de verde de espera y de azul de cielo, como el que lucía el manto de la Señora. Y los minutos, casi segundos, se hicieron intemporales y únicos, porque estar tan cerca de lo único que siempre nos queda, es lo que tiene.Al fondo, brillaban las llamas de los cientos de velas, de la cera blanca, que en cada una de ellas, encerraban una petición, una promesa o un agradecimiento. Por un momento, la luz del sol, se coló por el ventanal y se reflejó en el espejo de la que es espejo de justicia, y en su peana, se volvió a parar el tiempo y el espacio. Porque allí ya no había gente, ni imagen, ni flores, todo era Esperanza. La que Ella desprende y desde allí emana.
Al salir, su bendito rostro se proyectaba en el cristal. Por todos los ángulos se veía y resplandecía. Y se cerró la reja, pero ya no hubo cerrojos para mi, porque la Virgen me había abierto mis propias prisiones.
Fuera, todo era verde. Como la vida, como la Esperanza. Y el agua corría, como la vida, como la esperanza. Y el cielo era azul, como su manto, como mis pupilas.
Hace poco más de una semana. En Calasparra. No será la última vez que allí vaya ni que de allí escriba. Porque es refugio para el alma, cueva bendita, calma y amparo, altar y ermita, madre que abraza,
¡Virgencica de la Esperanza!
Es cierto, cuando se hace esta visita tan personal y tan divina, algo cambia en la mirada, algo cambia en el corazón. Se aúnan la palabra dada, la mirada sincera, y el corazón que se ablanda para que todo sea de nuevo Esperanza.
ResponderEliminar¡Bendito sea Dios, que tanto nos ama!
¡¡¡Qué precioso Juan Carlos!!! Vaya rapsoda estás hecho, cantor como nadie de las glorias de María. Y verdaderamente ese rincón de la Esperanza es algo maravilloso.
ResponderEliminarEse camarín encierra algo que no se puede explicar con palabras. Yo fui afortunado de poder visitarlo como tú y tenerla frente a frente.....es como......lo dicho, no se puede explicar con palabras. Gracias por tan maravilloso post y gracias igualmente a Antonio José Egea López por haber sido del artífice de tan excelso encuentro.
ResponderEliminarNo conozco el sitio, pero debe ser genial experimentar esos sentimientos.... Y esperanza, siempre esperanza....
ResponderEliminarYo he tenido la ocasión de visitarla dos veces, porque nos pillaba por la zona, el santuario es hermosimo....y la Virgen también, lo recomiendo...además la esperanza es lo último que se pierde.....
ResponderEliminarLa Polo
Solo he estado una vez en el santuairo de la Virgen de la Esperanza, hace ya muchos años y me llamó mucho la atención su ubicación y la resolución para adaptar devoción y piedad a la cueva petrea.
ResponderEliminarReconozco que me impresionó y que me sentí muy a gusto por el lugar.
La Virgen de la Esperanza....que te voy a decir yo que tú no sepas! pues eso...
Ah! y con el permiso de los templetilleros valencianos, como el arroz de Calasparra...!!
No hay permiso, l'arròs de València
ResponderEliminar¿quien eres fallereta?
ResponderEliminarVerde Esperanza!. el color que todos los días nos acompaña.
ResponderEliminarAl igual que la Esperanza Macarena, su rostro se refleja en el cristal, puesto con precisión y arte., para contemplar su rostro.
Chao...
Bálsamo eficaz para el alma es la Madre de Dios, Protectora de los Arrozales calasparreños. Que nunca nos falte la Esperanza, sobre todo con la que nos está cayendo...
ResponderEliminarLugar emblemático para todo murciano que se precie... porque, quién no ha echado una mañana paseando por la orillica del Segura, a la vera de la madre calasparreña??!! Y si ya terminas la mañana con un arroz de Calasparra, bien en el mismo restaurante de allí o en el pueblo, pones la guinda al pastel. El mejor arroz de España (y lo digo sin permisos... jajajaja), el primero con D.O. y el único regado con aguas vivas!! Besicos. Gúmer.
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