domingo, 14 de julio de 2013

DESDE MI VENTANILLA

Sonaba en la radio una canción de Ádele. Era ya de noche, en la primera madrugada, y el cielo negro y estrellado dio una tregua al aire acondicionado del coche. Bajé la ventanilla, y otro aire, menos fresco, pero más natural, recorrió mi cara y el habitáculo de hierro.
    Canturreaba, mientras pensaba en mil y unas cosas, como siempre. Uno es así de complicado, que no puede estar en una cosa sino en varias, y mi mente salta de un lugar a otro, de una persona a otra, de un tema a a otro. Había sido un sábado intenso, de amigos, de música, también de tristeza y duelo. Un programa sabatino, con sus horarios marcados, cambiando sustancialmente de actos, como lo hace mi pensar habitual.
    Y una vez más, los vi. Con las estrellas por lámpara de techo, con el césped como colchón, con un banco por toda estantería. Ellos, los hombres de piel negra y sonrisa blanca, que todos los años retornan al escenario de la miseria y el sobrevivir, de voz callada y tímida. Intentando conciliar el sueño, mientras pasaban coches y motos, de otros hombres de piel blanca o bronceada por un sol festivo, no como el que aún les abrasa a ellos en los agotadores trabajos en campos de julio.
  Mientras rodeaba el parque reparé en que uno de ellos andaba por la acera, mientras los demás seguían acostados. Al llegar al paso de peatones, me paré y me sonrió. Cruzó la acera y no pude evitar mirar por el retrovisor...y volvió al cruzar al lado del que había venido.
     Viaje a ninguna parte. Me dio que pensar. Mientras yo volvía a mis cuatro paredes, a mis veinte euros en el bolsillo, a mi nevera repleta de bebidas frías. La canción de Ádele acababa, y al enfilar mi calle, otro muchacho cruzaba el paso de peatones, sería de la edad del africano. Iba rápido, directo a la calle de bares y terrazas, a sumarse a la habitual ingesta de alcoholes y ¿fiesta? que nunca he entendido porque a beber y trasnochar, se le llama irse de fiesta, porque para mi ir de fiesta es ir a una fiesta popular, si es con procesión mejor. El muchacho de aquí no sonrió, ni volvió sobre sus pasos. En unas horas, una casa acogedora le recibiría, sin ningún tipo de problema.
      Pobres personas sin cama, casa, ni familia. Extraños en un país de tez blanca y a veces alma negra. Sin la comida diaria asegurada, entre la marginación y la explotación. Y llegué al garaje, y subí la ventanilla. La música se cortó en el aparato, y de repente me invadió el calor no deseado, al subir los cristales. Mientras encaraba la rampa, pensé en todo esto que os escribo tan torpemente, y me llené de tristeza por ellos, borrando por minutos mis habituales quejas y frustraciones.

   Al llegar a la puerta, de nuevo corría el aire, y se me escapó un suspiro. Y la noche iba dando paso a un nuevo día.

4 comentarios:

  1. Desde la ventana.Se ve todo y al igual que vemos en el hermano africano, su techo de estrellas.
    Cuantos techos de Estrellas nos cruzamos a diario y no reparamos en ellos?
    Cuantos, nos saludan por compromiso y al darnos la vuelta. Nos visten de limpio.
    A cuantos, nos cruzamos que llevan su Cruz impregnada en la cara del dolor y la desesperanza y no reparamos en ellos y como nos dice el Evangelio de hoy. ¡Toma tu Cruz y sígueme. ¿Lo seguimos?.
    Desde la ventanilla se ve de una forma pasajera, desde dentro se nos clava en el corazón.
    Todo lo vemos desde la ventana, tenemos que vividlo desde el acercamiento y desde el compromiso.

    Buen día y buenisíiiimaaaa semana....

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  2. Yo las llamo personas invisibles, porque sabemos lo que les pasa, y no hacemos nada....solo nos acordamos de la suerte que tenemos por tener de todo, aunque sea poco, y por eso seguirán siendo invisibles...aunque siempre hay gente buena dispuesta a ayudarles, yo admiro a esa gente, la que lucha por los que no tienen nada o tienen muy poco...y me gustaría que nadie fuera invisible en este mundo...
    La Polo

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  3. Aveces cuando veo a personas sin hogar, deambulando de un sitio para otro; de ciudad en ciudad; de albergue en albergue...pienso: que situación límite le habrá llevado a a abandonar hogar y familia si la tuvieron...y reflexiono en lo fácil que puede que cualquiera de nosotros pueda llegar a esa situación....yo aveces me he puesto en el lugar de ellos y hay que ser muy valiente o muy desgraciado (de vivir de desgracia en desgracia) para convertirse en una persona en la que quizá las bolsas con sus escasas pertenencias, sean más valiosas que su vida propia, si en una esquina oscura alguien decidiera que ya no habrá mañana para ese "despojo"
    Menos mal que las Hijas de la Caridad y otras muchas personas anónimas, hacen mucho por estas personas tan dignas como cualquiera de nosotros.
    Un abrazo muy fuerte, Juanico.

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  4. Parece que tenemos telepatía. Ayer domingo,precisamente, tuve yo un sentimiento parecido al tuyo. Salimos a caminar (como todos los domingos) y decidimos ir hacia el cementerio (por cambiar de ruta, pero con pasos intencionados de visitar a los familiares que por desgracia tenemos allí y que con el paso del tiempo distanciamos las visitas sin darnos cuenta). Como sabéis los que vivís en Albacete pegados a la tapia del cementerio "viven" en barracones personas de color, de un color negro como su destino. El puente que cruza las vías del tren y que da acceso a pie hacia el cementerio, es camino diario de estos jóvenes de color negro, sin destino ni futuro. Nos cruzamos con varios. Caminan sin prisa, nadie ni nada les espera. Simplemente caminan, sin rumbo. El más afortunado tiene bicicleta. Te sorprende que cuando te cruzas con ellos, te sonríen (a pesar de no tener motivo para ello). Les considero buena gente (habrá de todo como en "botica") pero se les ve nobles, agradecidos por tener lo poco que les damos la sociedad "blanca"........Desafortunados, pobres personas!!!!

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