PROSA CON PRISA

Ya taché los dos primeros días de esta semana agobiante, estresante y complicada; por fin alcanzo el miércoles que empieza a marcar la cuesta abajo paulatina, después de estos días pasados de cimas y cúspides, además todo ello aderezado con la insoportable levedad de los más de cuarenta grados que se han adueñado del aire, del agua y del alma.
Por fin encuentro un momento de parada, después de ir de acá para allá, y siempre corriendo, contrareloj. Me paro a pensar que ya queda sólo una semana para que este caballero templetillo inicie la conquista del castillo jumillano a base de palabras, con el único arma de mi humilde y recortada prosa. Al tiempo, se amontonan en mi mesa pergaminos y cartulinas, escuadras y cartabones, rotuladores y làpices, esperando el momento de que se ponga en marcha la artesanía del retablo, de la rocalla, de este aficionado dibujador de elementos barrocos, escudos y símbolos. Y empiezo a dar los primeros trazos, poco a poco, esperando que la cadena de producción de encargos empieze a funcionar, observando entre carpetas, algún que otro retablo, huérfano de dueño, abandonado en medio de otros papeles sin proyecto aún ni tinta.
El reloj tictea las primeras madrugadas en las que el cansancio aflora, en las que se muestran en la mente las cosas que deben hacerse y desarrollarse, aún sin ganas, aún sin tiempo.Pero yo sé que después vendrá de nuevo la tranquilidad y el sosiego a este torbellino juliano, que desquicia, pero también engrasa, la máquina de velocidades y ansiedades de este templetillo, ingenuo y luchador.