martes, 19 de octubre de 2010

EXODO

                    Afronto mi primera semana errante de mi espacio y mi refugio. Vencido por andamios, escayolas y ladrillos, observo la anarquía de muebles y enseres, que han convertido aquel lugar de descanso y retiro en un destartalado paisaje, invadido por el abandono y el polvo, que todo lo cubre y camufla.
     Pero en mi infortunio siempre aparece la gente incondicional, la que nunca pide nada y da todo, aún sin hablar, aún sin decir. Personas que se meten en un momento en tu vida, y ya se hacen imprescindibles, necesarias e irrenunciables. Esta noche abro mi ventana desde otro balcón, otro mirador, a catorce alturas del suelo, sintiendo la hospitalidad y la confianza. Gracias, mijito.
       El frío se ha mostrado prematuro en este octubre que ya está empeando a cuajarse de azafranes, en esa monda diaria y tan nuestra, tan manchega, y crisantemos, que en quince días tomarán el poder de los camposantos y serán el perfume de omnium sanctorum. Mi nariz aprecia el resfrío, el anhelo de las mantas y este primer destemple de este cuerpo agobiado por tantas obras inacabadas, en una mente que aunque pareciese atormentada, se estanca en una sospechosa quietud por lo inusual de la misma.
      Se avecinan días de nuevas decoraciones, de colocación de libros apilados y descendidos de una estanteria, que espera sustentar la literatura vital de este templetillo, frágil aunque firme, acompañado aunque solitario...y ya queda menos...

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