CON TODO EN MEDIO...

      
              Se cumplió el pronóstico. Llovió porque tenía que llover y a cántaros además, y así se nos ha marchado el fin de semana, que uno no ha podido disfrutar como hubiese querido.
     Habitación semi-desolada, libros apilados en el suelo, cuadros descolgados añorando la pared donde poder mostrarse, rincones vacíos, cambiados. Se avecinan días de reformas, y no sólo de ladrillo y yeso, sino también de actitudes y rutinas...
     Mi maleta se queda quieta ante el viaje abortado, ante la ausencia de domingos de vías y andenes, ante la falta de un destino, de un lugar, de un alguien. Pero el fallido viajero no lo vive con tristeza, aunque tal vez si con un poquito de decepción, aderezada de tranquilidad y de un sosiego casi desconocido, inusual.
            Comienzo hoy un exilio temporal, no sólo físico, también psíquico. Abandono establecidos sitios, tálamos en soledad y pasillos altos, con recovecos. Andamios y escaleras me invitan a limpiar altillos, quitar telarañas y ascender a la más alta ventana, para limpiar el cristal que tal vez sucio o empañado, deje ver el exterior, la calle, el cielo.
         Pasó la hora bruja y aguardo que el duende del sueño me posea una noche más. Tal vez haga un viaje a sueños argumentados, de historias amables y queridas, que acabarán en un the end prematuro con los primeros rayos de luz, con el sonido de un reloj que me despierta un día más hacia mis miedos y mis actos.