martes, 4 de septiembre de 2012

POR LA CALLE

      Mucha gente andaba. Y más había sentada en las terrazas. La noche de septiembre avanzaba, con un refrescante parpadeo, haciendo olvidar semanas pasadas en las que la flama y la sensación de agobiante calor colonizaban todo. De tal modo, que incluso había jerseys finos de pico en algunos viandantes, que habían adelantado el calendario hasta un ficticio octubre.
      Mil y un pasos recorrían las calles y aceras. Esperando con la habitual impaciencia, que el semáforo se pusiera en verde, para transitar en libertad, con seguridad, siquiera fuese por unos segundos. Ojalá supiésemos en la vida donde poder cruzar sin miedo a atropellos, sin agobios del ámbar que parpadea y nos hace acelerarnos, en un arrebatado paseo, sin disfrutar del caminar ni de un alto en el camino.
        Un mendigo. Y otro más. Malos tiempos para muchos, para todos. Soy un afortunado, y tú también. Porque tenemos salud, y diez euros para tomar una cerveza. Con ese poco se alcanza un mucho de felicidad, aunque siempre esperemos el pleno al quince de la completa armonía, y claro, eso no es posible, aunque haya gente que la tenga, o nos parece que la tenga.
         Terminan de poner las luces de la feria. Me incomodan casi tanto como las de navidad. Y es que no tengo cuerpo de feria, por el momento. Y encima con nuevos proyectos abortados, como siempre. De buena gana me quitaba de en medio unos días, y me perdía, y hacía una locura, o un sueño perdido, como pasear a orillas del Duero, o quien sabe...
         Parejas. Del brazo, del hombro. Bonito hacer cosas a dúo. Una sensación ya olvidada y definitivamente desterrada. Las cosas pasan y posan su historial de vivencias, y pasan factura, y posan las decepciones, que ganan por goleada a las ilusiones. Aunque a veces, muchas, es mejor hacer las cosas a uno, en solitario, que en pareja, que más vale estar solo que mal acompañado.

         Bolsas de basura. Desperdicios del día. Cosas inservibles. Esperando el camión de la limpieza, que deje todo impoluto, y de paso a la noche que traerá un nuevo día. Y mañana volveré a salir a la calle, a andar, a mirar, a pensar, a olvidar, y espero que, a no esperar.
       
 

3 comentarios:

  1. Como bien dices! Mas vale solo que mal acompañado.
    La compañía no se busca, viene siempre de Dios, del cielo. Esa si es una compañía autentica y verdadera es la compañía que nunca falla y esa siempre la tenemos a nuestro lado y sin pedirla, siempre nos acompaña. Por lo tanto no creo que estés solo nunca, Dios te acompaña y te guía, otra cosa es que tu no pares y escuches en tu corazón lo que te dice y lo mucho que te ama.

    ¡Un comentario del Evangelio de hoy, nos habla de esa soledad necesaria!.

    Buen día..........

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  2. pos eso, a estas alturas de la vida uno ya no está para aguantar tonterias, asique no pasa ná si uno a de quedarse mozo viejo, como decia mi bisabuela: "el casamiento y la mortaja, del cielo bajan" jomío, sabío refrán bormateño....jajaja
    Sigue paseando, sigue soñando, sigue esperando sin esperar, sólo así encontraras...
    Besos
    La Polo

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  3. Un post precioso, JK. Parece el fragmento de una novela que me gustaría leer. Un abrazo.

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