jueves, 20 de diciembre de 2012

DE CUANDO ERA NIÑO Y TENÍA ANGINAS

  Esta tarde, mientras conducía por estas carreteras fronterizas de la provincia, entre amagos de niebla y lucecitas navideñas adivinadas a lo lejos, entre las casas de los pueblos que rodeo, me vinieron a la mente aquellos años de la infancia en los que tradicionalmente, servidor se ponía malo de las anginas y se pasaba unos días en la camita.
    Será que uno ya tiene una edad y empieza a hacer recuento de los años vividos, que se antojan lejanos y cercanos a la vez, tal vez porque me he dado cuenta que la vida va en serio y solo te tienes a ti mismo para protegerte. Pues eso, todos los años me ponía malico, con esa desagradable sensación en la garganta de no poder tragar, aderezada con la fiebre dichosa y ese malestar generalizado de todo el cuerpo.
    Y así las mujeres del gineceo de mi casa me encarcelaban en aquella cama, de la que no podía moverme, salvo para ir hacer pis, o mear, y a veces ni eso, que yo también fui del orinal. Y por varios días solamente podía probar el caldo caliente y sabroso, cocido durante horas y los zumos de limón que odiaba, y los de naranja que eran más llevaderos. No existía el clamoxil ni la lizipaina, y allí me pasaba días, pegado a la radio, donde a pesar de mi edad me tragaba hora25, Elena Francis o los discos dedicados de Radio Popular; de allí viene mi complicidad y casi adicción con la radio. Y de más pequeño recuerdo a mi abuelica adorada, untándome el pecho con Visvaporub, no sé como se escribe, y aquellas cacerolas con eucalipto cocido que era buenismo pa tó. Lo peor era cuando venía la vecina Resure a pincharme, que mira que me gustan poco las agujas, y aquella mujer calentaba esa vieja caja de metal con las agujas dentro en una hoguera de alcohol para luego ponerme el estoque.
     Llevo años sin ponerme así de malo. Mis anginas de vez en cuando dan la lata y ya está: lizipaina al canto. Es que el invierno de aquí es duro, aunque este año de momento va suave. Pero vuelvo a los remedios de siempre, a ver si se me pasa. Al menos me libré de la operación temida.
      Me voy a la cama. Y antes, un vasico de leche caliente con miel. Y mis mejores deseos. Y un beso, desde la Mancha, mancho de cariño.

8 comentarios:

  1. Templetillo se levanta,y hasta el limon ya le espanta.La naranja se la bebe pero el caldo mas le agrada.Viene una vieja pinchando ,medicinas con encanto,Templetillo se acobarda al ver agujas en llamas.Por la radio ya se escuchan los programas del dia,entre tanto nuestro amigo,los escucha y los admira,teniendo el orinal debajo y tomando lizipaina.

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  2. Me haces recordas a mi. aquellos ataques de pánico. Cuando D. Emilo el practicante venía a casa con esa aguja que me parecía una lanza, fui malo para los pinchazo y lo sigo siendo. El dolor físico, es pasajero pero muy molesto y las anginas siempre estuvieron y están por dar la lata, de vez en cuando.
    Esperemos que el resfriado pase de largo, este año.
    Soy de los que la fiebre, no se manifiesta con frecuencia.
    Buen día, templé.

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  3. Vaya, que esta el niño malo, ains mi niño, con lo que yo lo quiero...
    Mejórate, ponte bueno. ponte una cinta de navidad al cuello, y vente, que nos vamos de maitines para celebrar la noche santa. besicos

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  4. Esto es un reclamo para que este finde te cuide, no? bueno, valee, pero cambiamos el zumo de limón por caña gabana.. ;)
    besos!!

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  5. Yo también he llegado a la tercera adolescencia con las anginas puestas, superando la moda que hubo en los 60 y 70 de extirpación a tutiplén. Y recuerdo las visitas con pavor a casa de la pinchadora, que a mí se me hacía que me atravesaba de lado a lado cuando me ponía las inyecciones de lo que aquello dolía. Hace mucho que mis anginas ya no dan guerra, se deben haber hecho mayores y tienen menos ganas de enredar. Han aprendido con el tiempo a defenderse de enemigos conocidos y no se soliviantan por un quítame allá esos fríos. Cuanto tengo que aprender de mis anginas.

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  6. Madre mía que pringera con el vik vaporus ese....mi madre me lo ponía por to los laos....y me hacía azúcar tostá con agua y limón y una aspirina infantil, que ahora están prohibidas, y que sabían a naranja, no sé las que habré tomao de pequeña, y tan ricamente, no como ahora, que en cuanto tose el guacho ya estamos en el médico por si fuera una pulmonía .....cómo dice mi madre, con menos adelantos os he criao, y mirad que hermosos estáis tos......ea
    La Polo

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  7. Síííí! Que horroroso recuerdo el del practicante, que venía a mi casa con nocturnidad y alevosía. Ese bigote y esa cara dura que tenía el tío que le preguntaba mi madre si "quiere Ud. alguna cosa" (mientras esperaba a que se "esterilizara" la jeringa con el fuego) y le soltaba sin apuro ninguno "póngame Ud una copa de coñac, si es tan amable"...que gerol tenía el banderillero. Hasta unos huevos fritos le llegó a pedir una vez que vino a pinchar a mi hermano porque no había cenado. Claro que tenía que comer fuerte el hombre con lo que había que luchar con "el peque" para ponerle una inyección...casí había que atarlo. Recuerdo que se tiraba de la cama y se ponía a dar vueltas al rededor de la mesa. Jaaa, ja, se lo voy a recordar cuando le vea en la cena de Nochebuena.
    No sé qué tienes que consigues sacar recuerdos que ni sabía que los tenía... cuánto te lo agradezco.
    Un beso y un abrazote, rebonico.

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  8. ¡Que miedo las inyecciones de penicilina! ese maldito antibiótico que dejaba sordo, cristalizaba y mi madre ponia, alrededor a la jeringuilla, un algodón empapado en agua muy caliente, para mantener la temperatura y evitar la temida cristalización que obstruia la aguja. Yo hasta llegué a desmayarme. ¡Y que dolor de pierna y culo todo el día! No se te quitaba de una inyección a otra.
    Hasta que llegó el temido día de la operación. Yo, como siempre, tan dócil, no me dejaba hacer, y tuvieron que venir dos enfermeros para sujetarme. Y digo yo ahora...¿anestesia? me da a mí que me operaron casi en vivo. Y luego aquello de beber leche fría, en febrero. Y yo que no... total, vuelta al quirófano para eliminar no sé que costra...y no sigo que me estoy mareando.

    Ahora, sin anginas siempre tengo faringitis y una voz de carretero manchego, a la que también ha contribuido el tabaco.
    ¡Hala! ¡a pasar buen día!

    Pepi

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