POR SAN SE

    Con el veinte llega San Sebastián. Y hace dos meses llegué yo de allí. Segunda fiesta de los "santos viejos" del invierno, aunque en este Albacete mío pasa desapercibido, si bien en tiempos tuvo ermita por la calle de los Baños, de la que perdura el nombre de la calle. Tampoco la provincia es muy sebastiana que digamos; sólo Bogarra lo tiene por patrón, pero lo celebra con los calores del veinte de agosto y hay cuatro o cinco parroquias intituladas, que en el caso de alguna de ellas, hasta hace poco, ni imagen del santo tenían.
    ¡pobre soldado romano cosido a flechas! como a veces son flechas de las preocupaciones y las tristezas, las que no traspasan, porque las del amor ya sabemos que solo existen en la canción de Karina y en la vida de unos cuantos elegidos. Me gusta su iconografía, tan especial, tan fácilmente identificable, tan proclive a la compasión, es como un cristo sin barba y sin cruz, pero semidesnudo, martirizado, espalda con la madera de un árbol...
      Y en esta noche de helada del enero albasit-ense, me gsutaría volver a tierras guipuzcoanas para oír los tambores de granaderos y cocineros en esa plaza porticada, de la que dicen es la ciudad más bella de España. Allí viví un domingo de sol, luz, gastronomía y amigas. Un lugar al que quiero volver, con mejor compañía, aunque será difícil y poder dormir para ver el amanecer en la Concha y los Igueldo y Urgull como vigías. Ciudad ordenada, limpia, complicada en algunas cosas...con los pinchos más coloristas y sabrosos que nunca he probado. Hoy me gustaría ir a Donosti, que a fin de cuentas me pilla más cerca que Florencia, porque de ir ahí ya he desistido, y eso que me prometieron llevarme a Soria, pero de momento hoy voy a Lezuza. Bonito periplo, para el templetillo que ve alejarse un nuevo tren, y se queda como Penélope, solo en el andén, con las maletas llenas y el alma vacía.