callejuela de recovecos de una medina imaginaria, en la que la sinuosa cartografía no hace sino obligar al recorrido de una forma laberíntica, enredadora y cansada.
torre de alta vigilancia, que se transmuta en faro iluminador que tan a menudo se funde, dejando la oscura panorámica, del cielo al suelo, de estes a oestes.
casa con dos puertas, siempre mala de guardar, siempre con puertas blindadas que de una patada se caen hacia abajo, que allanan moradas y morados instantes.
azotea sin macetas, desierto de ladrillo sin flor ni verdes, que otea los herrados remates de los campos de tejas, siempre cúspides de falsa plata que se elevan hacia un celeste e infinito mantel de aires y nubes.
Ventana de observancia, con cristales empañados, y empeñados en que la nueva perspectiva de vida se cuele por los marcos de madera, que traspasen vidrios y vicios. Y en mi lecho, construyo una nueva ciudad, una calle, una renovada casa, y una decisión de albañilería mental que reforme el, en algunos tramos, desconchado pavimento de venas e ideas.
Las vacaciones son muy buenas, cambias de calle, de casa y de cama. Pero no te lleves los albañiles que empiezan muy temprano a picar. Deberías ir a Pompeya. La cerveza fresquisma. Yo te cedo un sofa cama con vistas al algarve...
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