DORMIR FUERA DE CASA

   
      Pensaba estar en mis paredes una nueva noche, una buena noche. Creí por la inercia de la cotidianeidad que sería un nuevo día de kilómetros, trajín y hogar. Pero no; el miércoles me trajo la ceniza abrasadora del retorno a estos muros fríos e impersonales, que guardan tantas historias de dolor y sufrimientos...
      Aunque soy un privilegiado porque tengo ángeles de la guardia que son además amigos, y en estos lugares y en estos momentos se agradece esa protección...pero, no, no me gusta dormir fuera de casa, sin haberlo planeado, sin haberlo ilusionado, sin haberlo deseado.
     Añoro mi mullido colchón y mi ventana. Mi libro sobre la mesilla de noche y mi cordón de medalla de la Virgen morenita colgante del bolillo de mi cama. Echo de menos el techo con la inmóvil lámpara que tantas meditaciones, insomnios y miradas ha visto. El ruido del ascensor cercano, de algún molesto vecino y de alguna tubería desencajada. Mi casa, vuestra casa.
    Lejos me quedan hoy aquellas noches de ausencia de mi cama. Aventureras y casi siempre efímeras, en otras tierras, en otras sábanas. Hoy daría mi reino por mi rutina, mil monedas por mi solitaria manta, todos mis desvelos por allí la noche velarla. Pero este potro de tortura de la silla hospitalaria me deja en renovadas torturas y en ya vividas estampas.

      ¿que no daría yo por poder dormir en casa?  Buenas noches, y salud, siempre salud!